Antiguo Testamento - Isaías a Daniel

Los profetas eran hombres de muchos trasfondos diferentes que fueron llamados a hablar en nombre de Dios.

¿Por qué nací yo en este tiempo y en este lugar? ¿Cómo encajo en el plan de Dios? Encontramos respuestas a estas preguntas, y muchas similares, en el libro de Isaías, el libro profético más largo de la Biblia.

Isaías profetizó que Dios necesitaba un “camino” para transitar en este mundo. Ese camino sería el Mesías, Dios encarnado.

Isaías predijo cómo el Mesías, el redentor prometido, sería nuestro sustituto sufriente, y habló acerca de Su ministerio de dar vista a los ciegos, libertad a los cautivos y sanidad a los quebrantados.

Jeremías predicó durante un tiempo en que Jerusalén estaba desesperada, cuando todo parecía estar mal.

Mientras los judíos eran llevados cautivos a Babilonia, los mensajes de Jeremías eran de esperanza.

Cuando Jerusalén cayó ante Babilonia, había dos clases de personas: los que creyeron a Jeremías, que el cautiverio era un castigo de Dios, y los que rechazaron el mensaje de Jeremías y se rebelaron.

Jeremías, denominado “el profeta llorón”, llora porque el país ha sido conquistado y el pueblo que ama está viviendo como esclavo en una tierra lejana.

Ezequiel fue llamado a ministrar al pueblo de Dios en un tiempo y un lugar muy difícil.

Ezequiel tuvo una visión de un valle de huesos secos. Ezequiel profetizó a los huesos y se unieron, agregándose tendones y carne.

Daniel y sus tres amigos fueron llevados y educados en universidades babilonias.

En el tiempo de Daniel, Babilonia era la ciudad capital del imperio más poderoso que había existido.

Daniel tuvo visiones que son altamente simbólicas y a veces difíciles de entender.