NOTAS DE LA CLASE: EL REINO DE DIOS
"El Reino de Dios está en medio de ustedes"
Estudio de los libros de 1 y 2 de Samuel
Introducción:
Los libros de 1 y 2 Samuel marcan una transición crucial en la historia bíblica: del gobierno por jueces al establecimiento de reyes humanos. Este cambio se enmarca en el gran tema del Reino de Dios, que recorre tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. Aunque los relatos son históricos, también son proféticos y teológicos, con un propósito formativo para el lector. La Escritura misma nos dice que estas historias tienen significado “alegórico” (1 Corintios 10:11).
Personajes Principales
Samuel: Profeta y juez que representa el liderazgo divino. Ungido por Dios para guiar al pueblo.
Saúl: Primer rey de Israel; desobediente, rechazado por Dios.
David: El “rey ideal”, obediente y conforme al corazón de Dios.
Salomón: Hijo de David; comienza bien, pero termina corrompido.
Israelitas: Representan el corazón humano que desea autonomía, rechazando el gobierno divino.
Juan el Bautista y Jesús: En el NT, proclaman que el Reino de Dios ha llegado.
Contexto
La historia cubre el paso de la teocracia (gobierno de Dios por medio de jueces y profetas) a la monarquía. Aunque los israelitas piden un rey para parecerse a otras naciones, Dios lo interpreta como un rechazo directo a Su soberanía (1 Samuel 8:7). No obstante, Dios usa incluso esta decisión equivocada para tejer Su plan redentor.
Resumen
Los libros de 1 y 2 Samuel relatan una transición fundamental en la historia de Israel: el paso de un gobierno teocrático —donde Dios gobernaba a través de profetas y jueces— a una monarquía humana. Esta transformación no fue una casualidad histórica, sino una respuesta directa a la petición del pueblo, que deseaba ser como las demás naciones. Aunque Dios había sido su Rey desde el principio, accedió a su petición con una advertencia clara: los reyes humanos traerían consigo consecuencias dolorosas.
Samuel, profeta y juez, es el líder transicional que unge a Saúl como el primer rey de Israel. Sin embargo, la desobediencia de Saúl lo lleva a ser rechazado por Dios, quien escoge a David, un joven pastor conforme a Su corazón, para sucederlo. David representa el modelo de un líder ideal: sensible al Espíritu, obediente a la Palabra, y profundamente comprometido con la autoridad divina.
A pesar del éxito de David, su hijo Salomón, aunque sabio al principio, se corrompe con el poder, alianzas paganas y la idolatría. Tras su muerte, el reino se divide: el Reino de Judá al sur y el Reino de Israel al norte. Ambos reinos atraviesan ciclos de idolatría, corrupción y desobediencia, culminando en los exilios a manos de los asirios y babilonios.
La lección es clara: el problema no está en los sistemas de gobierno, sino en los corazones humanos. Tanto jueces como reyes fracasaron porque el pueblo se alejó de Dios y de Su ley. Moisés ya lo había advertido en Deuteronomio 17: los reyes debían vivir bajo la Palabra, temiendo a Dios cada día. Pero esa obediencia rara vez se vivió.
En medio de esta historia de fracasos, se mantiene viva la promesa de un Reino eterno y perfecto. Con la aparición de Juan el Bautista y de Jesús en el Nuevo Testamento, el Reino de Dios ya no es solo una estructura externa, sino una realidad espiritual que comienza en el corazón de aquellos que se rinden a la voluntad divina.
Conclusión
El Reino de Dios no es un sistema político, sino una realidad espiritual que se manifiesta en quienes se someten a la voluntad divina. Jesús dijo: "El Reino de Dios está en medio de ustedes" (Lucas 17:20–21). Para ser parte de ese Reino, es necesario nacer de nuevo (Juan 3) y aceptar a Jesús no solo como Salvador, sino como Señor.
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