Nuevo Testamento - Lucas y Juan

Lucas es el Evangelio favorito de muchos, porque destaca la humanidad de Jesús como Dios-hombre. Muestra la compasión de Jesús y cómo se identificó con nosotros.

Jesús proclama su misión en Lucas 4, la demuestra en el capítulo 5 y la pone en práctica en el resto del libro.

Jesús contó dos parábolas, “El mayordomo infiel” y “El rico y Lázaro” que se han malentendido frecuentemente.

Cuando Dios se cruzó con la historia humana y se convirtió en hombre, invitó a ciertas personas a participar en el milagro: Zacarías y su esposa Elisabet, una joven llamada María y pastores que fueron a ver al Rey que había nacido.

Muchas de las parábolas de Jesús nos dicen cómo encarar y responder a Su enseñanza. Jesús usaba metáforas de la vida común y cotidiana que Sus oyentes entenderían.

Jesús contó una parábola que habla del arrepentimiento y la negativa a arrepentirse. La parábola habla de un fariseo y un publicano (un recaudador de impuestos) que oraban en el templo.

El Evangelio de Juan es único en muchos aspectos: sus propósitos, su estilo literario y su contenido son diferentes de los demás Evangelios.

El primer milagro registrado de Jesús fue convertir el agua en vino, simbolizando lo que ocurre cuando creemos en Él.

Jesús se encontró con una mujer samaritana junto a un pozo y le ofreció el agua viva que saciaría su sed para siempre.

Luego de sanar al cojo en el estanque de Betesda, Jesús les dijo a los líderes religiosos que tenían suficiente evidencia para reconocerlo como el Mesías prometido.

Luego de dar vista a un ciego Jesús predicó que Él era la Luz del mundo. Muchos de los líderes religiosos se dieron cuenta de que los estaba acusando de rechazarlo.

Jesús compartió verdades profundas con sus discípulos la noche antes de su crucifixión, en lo que se conoce como el “discurso del aposento alto”.